En este itinerario por las tierras del Ribeiro, iremos descubriendo grandes tesoros etnográficos diseminados por una tierra marcada por el agua de los ríos que la cruzan y los colores de sus vides.

Una noche en el molino,
una noche no es nada.
Una semanita entera
eso sí que es molienda.
  Cantiga popular

“Si me quieres tratar bien, dame vino del Ribeiro, pan trigo de Ribadavia y mozas del Chan de Amoeiro.”
  Dicho popular

Día 1º

Ponemos en marcha esta primera jornada siguiendo el curso del río Arenteiro, a su paso por las tierras de O Carballiño. Allí, nos aguardan el Parque Etnográfico do Arenteiro formado por molinos rehabilitados y destinados a darnos a conocer los usos tradicionales del río. Siguiendo el paseo fluvial desde el Puente Vega llegaremos al conjunto etnográfico, caminando por pasarelas de madera o bien internándonos en senderos de frondosa vegetación.

 Es un circuito de 5 kilómetros aunque, gracias a los puentes que comunican ambas márgenes, podemos ir cambiando de orilla del río e ir modificando nuestro camino. Para recuperar aliento, sentaos a descansar en alguno de sus bancos y escuchad como el sonido hipnótico del discurrir del agua se mezcla con el del follaje de los árboles mecidos por el viento, ¿no es una sensación agradable?

Y, ya que estáis en una tierra de vides esplendorosas, acercaos a alguno de los establecimientos en el centro del pueblo para saborear con calma una taza de vino del Ribeiro. Si el hambre aprieta, acompañadla de una deliciosa carne richada (carne de ternera preparada con pimientos y patatas), de unas anguilas o de una ración de polbo á feira (pulpo estilo feria, cocido y aliñado con aceite, pimentón y sal) por lo que es tan conocido O Carballiño. Como postre, nada mejor que las famosas cañas de crema, típicas de la zona, o rosquillas de Ribadavia, de origen mudéjar.

Continuando nuestro camino hacia el este, aparece ante nosotros el ayuntamiento de Boborás, donde nos aguardan pequeñas joyas arquitectónicas. La primera parada la haremos en el popular santuario barroco de la Virgen de la Saleta, escondido en un espeso bosque que emana espiritualidad a cada paso que damos. Sin salir del municipio, encontramos otra pequeña joya, la iglesia románica de San Xiao de Astureses. Fundada por los templarios en el siglo XII, fue incorporada dos siglos más tarde a la Orden de San Juan de Malta. El templo mantiene íntegra su estructura románica: una sola nave y una interesante cabecera semicircular.

Rastreando las huellas románicas, llegamos hasta la iglesia de San Martiño de Cameixa, una edificación que, a pesar de sufrir reformas en los siglos XVIII y XIX, aún conserva ese aire antiguo medieval reflejado en la piedra tallada y moldeada.

Después de este recorrido por la piedra monumental, es tiempo para una pequeña caminata. Sumergíos en la naturaleza frondosa de un bosque autóctono y seguid el camino empedrado hacia la cumbre donde se esconde la iglesia de San Mamede de Moldes, construida en el siglo XII sobre un antiguo castro e integrada en el cementerio. Este santuario destaca tanto por su sencillez como por su entorno. A sus pies encontraréis un interesante conjunto etnográfico compuesto por un pendello de feria (construcción a modo de cobertizo que se utilizaba como puesto de venta en el mercado local) y un antiguo camposanto al que los colores del atardecer hacen perder la frialdad de su piedra.

Para poner fin a esta primera jornada, nos dirigimos al ayuntamiento de Leiro donde encontraremos, escoltado por impresionantes y coloridos bancales, el convento cisterciense de San Clodio. De origen incierto, este cenobio fue construido en el siglo XII y estuvo a la disposición de los monjes benedictinos, que lo convirtieron en un núcleo agrícola muy próspero. Justo desde este convento se introdujo la vid en la zona. No dejéis de buscar en la fachada la cruz de Caravaca, más conocida como la "Divina Reliquia", que era venerada por los aldeanos por librar las vides del granizo.

Día 2º

En esta segunda jornada, permaneceremos en Leiro esperando descubrir la gran cantidad de pequeñas joyas desperdigadas que aún nos aguardan. Internándonos en la parroquia de Gomariz nos reciben en alto la iglesia de Gomariz, de finales del s. XII, desde la que podemos ver de una manera privilegiada el serpenteante curso del río Avia. En los meses de febrero y marzo a este hermoso paisaje hay que añadirle el espectáculo proporcionado por las mimosas: el monte se tiñe de color amarillo y se impregna con su característico aroma.

Del santuario original, vinculado a los monjes del convento de San Xusto de Toxosoutos, en Lousame, aún podréis ver la sillería del muro y los canecillos del alero.

Siguiendo con la huella medieval, acudimos a la parroquia de San Miguel de Lebosende donde su iglesia aún conserva la portada occidental del románico tardío. Otra muestra del románico rural es lo que encontramos en la iglesia de San Tomé de Serantes, una prototípica estructura de este período que cuenta con una sola nave rectangular y la techumbre en madera. Lo más destacado de esta iglesia es el monumental rosetón de tracería de la fachada occidental. De este mismo período también es la iglesia de Santa María de Lamas, una construcción de extrema sencillez, que presenta la clásica tipología rural de nave rectangular.

La parroquia de Lamas se levantó, según cuenta la tradición, en las cercanías de un castillo desaparecido en el que se supone que estuvo cautivo Alfonso VII. Desde Santa María de Lamas, dos caminos guiarán nuestros pasos hasta la propia Pena Corneira y el Mirador del Outeiral, ambos a más de 600 metros de altitud por lo que podemos disfrutar de unas excelentes vistas de toda la comarca. Partiendo del paseo fluvial de Leiro, nos preparamos junto a la pasarela para el ascenso hasta Lebosende por el llamado Camino Real. Un singular paisaje de vegetación autóctona que nos conducirá hasta el área recreativa de Pena Corneira donde encontramos los “cuernos“ de granito que le dan nombre

Y, de esta maravilla creada por la naturaleza, cambiamos a una creada por el hombre. Es obligada la visita a la Encomenda de Beade, un conjunto histórico-artístico de origen medieval y reformado en la Edad Moderna que está compuesto por una iglesia, calvario, vía crucis y una capilla popular.

Dirigimos ahora nuestros pasos hacia Ribadavia que, como su propio nombre indica, está en la ribera del Avia. Allí, nos da la bienvenida la iglesia de San Xes de Francelos en el valle del mismo nombre. Fechada en el siglo IX, es una construcción única dentro de la arquitectura prerrománica. La fachada de su capilla alberga varios elementos muy destacables. Observad con atención su arco de herradura de influencia visigótica, las columnas con capiteles corintios y las dos escenas de carácter bíblico. Pero quizás lo más interesante sea su célebre celosía, decorada con diversos motivos.

Día 3º

Poñémonos en marcha este terceiro día de xornada dirixíndonos á “Cidade” como é coñecido o castro de San Cibrao de Las, un dos poboados castrexos fortificados de maior tamaño entre os localizados no territorio de Galicia, nos termos de Punxín e Santo Amaro. Una ocupación continuada que abarca desde el siglo II a. C. hasta el siglo II d. C. y que se caracteriza por su avanzado estado de romanización. Su nombre, rodeado de misterios, nos remite a San Cibrao, un mago que se convierte al cristianismo para terminar siendo santo.

Según la tradición, San Cibrao es el autor del Ciprianillo, un manual que servía tanto para encontrar los tesoros de los moros como para desencantarlos. El castro está localizado junto al Monte de San Trocado por lo que, a pesar de no poder ver el río Miño desde aquí, sí que podréis vislumbrar los castros vecinos de Santa Ádeda, el de Trelle o el de Coto del Castro.

Nos desplazamos ahora hasta Melón para conocer el monasterio cisterciense de Santa María de Melón, una de las joyas menos conocidas y fruto de la mezcla de varios estilos: románico, renacentista y barroco. El templo, fundado en el siglo XII, pasó por tiempos mejores pero, a pesar de esto, es mucho el encanto que queda atrapado en sus gruesos muros y en sus dos claustros.

De vuelta a la hermosa villa de Ribadavia, nos desviaremos un poco de la ruta para visitar el complejo termal al aire libre de Prexigueiro. Las termas del río Cerves son conocidas desde antiguo, pues ya aparecían mencionadas en la documentación del convento de Santa María de Melón, al que pertenecían. Situadas en plena naturaleza, el entorno invita a seguir alguna de las rutas de senderismo que transcurren por la ribera del río. Después de la caminata, animaos a poneros el traje de baño para probar el circuito de piscinas de diferentes temperaturas. Uno de los mejores momentos para disfrutar de estas aguas termales es cuando el contraste entre el calor del agua y el frescor de la noche empieza a ser más evidente.

Después de la tranquilidad proporcionada por las aguas termales y el contacto con la naturaleza, ponemos rumbo de nuevo al ayuntamiento de Boborás, en concreto a la aldea de origen medieval de Pazos de Arenteiro. Nuestro primer descubrimiento será el hermoso Ponte da Cruz (Puenta de la Cruz) sobre el río Avia que, invadido por la naturaleza, muestra las heridas de la lucha entre los vecinos y las tropas napoleónicas. Pazos de Arenteiro sorprende por la riqueza de sus casas y pazos. De hecho, su nombre hace referencia al abundante número de estas construcciones levantadas a las orillas del río Arenteiro, fruto de la herencia de su importancia en siglos pasados. Deambulad por las calles de este pueblo saboreando cada rincón de historia, los monumentos que esconde este Conjunto Histórico Artístico saldrán a vuestro encuentro. No os perdáis la Casa de Arriba, el Pazo de los Feixóo, el de Tizón, el de Currelo o la iglesia de San Salvador, que acoge los sepulcros de las personas que quisieron ser enterradas aquí, un derecho obtenido mediante el pago en vino.

Pero Pazos de Arenteiro también debe parte de su importancia a su posición estratégica en la comunicación entre Ribadavia y Chantada; una prueba de ello es el peto de ánimas (pequeñas hornacinas en donde se recogen limosnas para las ánimas del Purgatorio) apoyado en la cabecera de la iglesia medieval donde los arrieros depositaban sus monedas para rogar por las benditas ánimas del Purgatorio.

Si aún os quedan fuerzas para seguir caminando, animaos a recorrer la ribera a través de una frondosa carballeira (robledo).

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